Que bonita es la hermosa imprudencia de ser.
Aprender a cantar al borde de un barranco y salvarlo.
Los ojos de la mujer que ronda tu cabeza, sabiendo lo que dicen, y te avanzas al instante exacto del pensamiento.
Con el lazo que abriga tu cintura y mis manos, inseparable nudo de sentires.
Hacer plegaria de tus palabras, invitación a tu sueño.
Placeres no escritos, ni encontrados, pero perfectamente trasmitidos.
Tener poder de esclarecer los sentimientos frente al inigualable susurro del que mira.
Un canto que sale más allá de mis propias entrañas.
A la sombra y aroma de unos nardos, se duerme mejor el sueño pasajero de esperar que pase el día y te vea.
Sonidos de puertas dentro de mí, que sé que solo tienes la llave tú, y ansío que sean abiertas como cancelas de par en par.
Baile de danzas entre vueltas y bellezas que son golpeadas desde lejos, y toman el vuelo sin cesar.
Morderte la cintura sin temor a dejar una huella que ya permanece dentro de tú piel.
Pasión y anhelo de rapto de tu ser imprudente, de noches de guitarras de arena, de vuelos recónditos, de cielos.
Hasta mañana y siempre, y otra vez, hasta mañana y más siempre.
Seré imprudente contigo y con quienes amen a la imprudencia
Hermosa imprudencia
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