Y llegamos al altar de plata rendidos de cansancio pero con el pecho lleno de ganas y fuerzas.
Que rapido pasó lo que ya me imaginaba que no iba a detenerse en mi primavera. Como siempre un camino diferente, cargado de detalles preciosos, de vivencias que se para, que las saboreas para siempre y se quedan en tu corazón, de amigos de verdad, de acompañantes de sendero...
Desde que despertó la mañana ese día de salida, te di las gracias por haberme concedido el privilegio de poder vivir otro amanecer junto a mi carreta. Empezamos a caminar hacia tu casa, y son rosas rojas las que adornan a tu hermana Esperanza en esta clara diana.
Desde que llegan los primeros rayos rubios al camino, se deja notar el intenso calor que nos va acompañar durante todo el día. No ayuda en el andar, pero tampoco hace imposible nuestro avance por los bancos de arena. Y son tus aguas Quema, mágicas al cruzarlas, las que salpican de gloria los caballistas y hacen volar a todos los volantes y sombreros de Sevilla.
Amaneció fria la mañana en el sendero del Caoso, para dejar paso a un grupo de amigos, que entre olivares se hizo presente bajo sevillanas de muy antigua voz, letras de pellizco y de soberano significado. Ya se palpaba nervioso el andar, el puente de madera quedaba cerca, y
por más que te impedían las fuerzas caminar, esas fuerzas se multiplicaban en razón de lo cerca que se presentía la brisa de tu espadaña. Y a paso corto, me adentré en su casa, quería compartirlo con mis acompañantes de camino, busque su cara y parecía que no iba a llegar el
final de esa pared blanca del sagrario desde la puerta lateral. Y de pronto desapereció el dolor, no era capaz de mover un músculo del cuerpo, mis pies se pegaron al suelo lleno de arena, y mis manos se engarrotaron. No puedo explicar, escribir ni cantar ese instante,
solo puedo decir que me hizo sentir tranquilo, respiré libre, descargue mis penas, desahogado y bien, necesitaba eso, simple y sencillo como estar frente a frente con su majestad y serenidad. Nadie puede explicar lo que se siente en ese instante que llevas esperando un año
y que se para en ti, solamente en ti, para darle las gracias por todas las cosas que nos acordamos, y por las que no nos acordamos y que ten por seguro que ella se acuerda por ti. No sé si es Fe, devoción o emoción, no lo sé, pero es tan grande que no te cabe dentro y no te queda
más remedio que acunarte en los tuyos, los que sufrieron contigo, los que te dieron su mano en la caída, los que dieron conversación, los que te contaron...No lo entiende mucha gente, pero te entiende quién te vive, no solo una vez al año, sino todos los días.
Antes de emprender la vuelta, buena gente en reunión, gente del arco, de la Puerta de la Carne, de Chiclana, de San Bernardo, tambores dedicados...Unas letras para despedirnos en su casa hasta verla el año que viene, el mismo día, con las mismas cosas, y la misma gente a mi lao.
La vuelta es siempre la vuelta, tranquila, apagada y triste, la que gusta al rociero de verdad, por aquello del acogimiento y el disfrute con tu gente, y sobre todo por el recuerdo de ese instante de tiempo parado ante sus plantas.
No es triste volver, ya que en el Salvador la tenemos todos los días, y durante un año nos guarda, para volver a ver a su hermana mayor.
He vivido un camino de los de recordar por muchas cosas, por hacerme más fuerte, por hacer más grande la amistad con mis amigos y amigas, por que ella fue la única que conoció la razón de mi silencio, y porque me ayudaron a llegar. Con distintos colores, distintos caminos o distintas
casas, nos une el cariño a ella y quieran o no, cada primavera llegará, y me echare a caminar con mis amigos.
Hoy me quito el sombrero, para guardarlo con mi cinta y mis pañuelos hasta el próximo mayo. La medalla, con las historias de este camino, volverá a velar mi sueño, rondando
mi cabecera al lado de mi Esperanza, y viendo como mi sonanta, reposa en la esquina de mi habitación. Si ella hablara de su camino, se entenderían muchas cosas que no tienen
explicación y que se reviven cada año en el Rocío...
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